Un viaje interior con desplazamiento físico
Para ver en Youtube:
Mi
nombre es Rafa y te estoy te voy a contar de un viaje que hice por primera vez,
hace como veinte años atrás. En aquel entonces, recuerdo que fui con un expectativa
bien diferente a la realidad con la cual me encontré cuando llegué a
Janajpacha. Así se llama la comunidad ubicada en el valle de Cochabamba, en la
frontera entre la selva y los Andes. Por suerte, mis aventuras anteriores como
mochilero, me había enseñado a recibir con agradecimiento a lo inesperado.
Aquel
papel con el itinerario que me había dado mi amiga Elisabeth, decía: “Curso de
chamanismo andino y viaje ceremonial a Machu Picchu”.
-Tomá Rafa. Me lo
dieron en el taller al que asistí el fin de semana pasado. Y si estas planeando
ir a Machu Picchu, capaz que te puede interesar esto.
-¿Y quiénes son? –le
pregunté mientras leía el itinerario.
-El chamán se llama
Luis Espinosa y le dicen Chamalú. A mí me gustó su propuesta, pero no puedo
decirte mucho más, porque en realidad no sé.
-La verdad es que me seduce
lo del viaje ceremonial a Machu Picchu. Seguramente sea mucho más rico que ir
como turista común. Ahora, lo del curso de chamanismo, no sé, me de curiosidad
pero no tengo idea de lo que pueda ser.
En
aquellos tiempos yo me venía devorado los libros de Carlos Castaneda, en los
que relata su experiencia como aprendiz de Don Juan, un brujo Yaqui que vivía
en el desierto de Sonora. Mi imaginación, que no es poca, se disparó, y ya me
veía viviendo aventuras por el estilo.
-Mirá, leé este libro
–me ofreció Elizabeth- lo compré a la salida del taller. Es uno de los que
escribió Chamalú. Te puede dar una mejor idea de quién es. Además, si te fijás,
hay un teléfono de Cochabamba, aquí al final de la hoja. Podes llamarlos antes
de largarte, si te decidís por ir.
Durante la semana que siguió al encuentro con
Elizabeth, leí el libro Guaira, que resulto ser una recopilación de cartas
dedicadas a su hija que estaba por nacer. Me gustó mucho. Estaban escritas
desde un corazón abierto a lo simple y sagrado de la vida.
No
lo pensé mucho más. Llamé por teléfono a la comunidad y pregunté si me podían
recibir. Quince días después estaba
aterrizando en Cochabamba para participar de una semana de “chamanismo andino”
y la posibilidad de una peregrinación a Machu Picchu.
Al llegar me encontré con un aeropuerto que se
parecía más un galpón, aparentemente dominado por el caos, pero me junté con mi
mochila sin mayores inconvenientes. Salí a la calle a esperar a que me vinieran
a buscar y fumé mi último cigarrillo. En el folleto decía bien claro que dentro
de los límites de la comunidad no se podía fumar ni consumir alcohol ni
cualquier otra droga. ¡Una buena oportunidad para dejar el pucho! Me dije.
Además la comida sería exclusivamente vegetariana. Bueno, por unos días podía
prescindir de la carne, no era nada grave. Estaba bien dispuesto a aceptar lo
que fuera que me tocara vivir. Aunque siempre desde una posición crítica y el
suficiente escepticismo como para no comprar cualquier mamarracho.
No voy a contarles detalles de mi experiencia en la
comunidad Janajpacha, porque creo que es algo para que cada uno lo viva a su
manera, sin ser contaminado por otro. Sí, les puedo contar que me encontré con
un grupo grande de personas de muchas nacionalidades, todos buscadores,
ciudadanos comunes de todas las edades. Y que pasamos juntos por muchas pruebas
y escuchamos sabiduría de boca de un hombre, simple, de pocas y certeras
palabras, de mucho sentido del humor y mucho “sentido del amor”.
También es justo que les cuente que algunas pocas
personas se distrajeron con los detalles. No entendieron que quien oficiaba de
maestro es un hombre como cualquier otro, aunque con un camino recorrido, original,
y con mucho para compartir. Otros se perdieron de disfrutar de la belleza del
lugar, por el apego al confort y a la incapacidad de adaptarse a la riqueza que
tiene una cultura diferente.
Aquel viaje a Bolivia y Perú, terminó siendo para mí,
más que un desplazamiento físico, un viaje interior. No volví siendo el mismo.
De alguna manera mi capacidad de cómo percibir la vida, cambió. Desde entonces,
mi “mochila” está más liviana y sobre todo, me reencontré con mi espiritualidad.
Volví a Janajpacha varias veces, y este 20 de Junio del
2015 quiero festejar el Iniraymi (la fiesta del sol), año nuevo de los
indígenas, allá, en los Andes.
Te estoy
invitando a ir juntos. ¿Te animás?
Escribime a morelli@adinet.com.uy si querés regalarte este viaje.
Vamos juntos el 20 de Junio 2015
Rafa